El Valle de Chistau quizás haya sido el más escondido de los valles altoaragoneses. Aislado por carretera hasta los años 30, en que se abren los túneles de La Inclusa, si bien ésta no llegó a Plan hasta años más tarde, sus únicos accesos hasta ese momento eran caminos de los llamados de herradura, es decir, aquellos por los que únicamente se podía transitar en caballería o a pie, bien desde Badaín a través de Saravillo, bien desde Salinas pasando por Sin o bien por el río cuando las aguas del Cinqueta eran suficientemente escasas para poder transitar por él.
Las dificultades de comunicación del valle de Chistau hicieron que las relaciones comerciales y laborales fueran más fluidas con los vecinos del sur de Francia que con los propios compatriotas. Los puertos de la Madera, de Plan o de la Pez eran pasos comunes de personas y mercancías, mercancías que para las autoridades, en muchos casos, tomaban el carácter de contrabando y que para los habitantes de la zona era un simple tramitear en el que se llevaban a Francia productos como el anís, más barato que en el país vecino, y se traían de allí otros como cueros, de mayor calidad que los de aquí y de fácil venta.
El Valle de Chistau cuenta todavía hoy en día, con algunas interesantes muestras del patrimonio civil y religioso típico de los altos valles del Pirineo. Las casas, construidas en piedra, son altas, de dos y hasta tres plantas, con zona de almacenaje y secadero en lo más alto, bajo característicos tejados a dos aguas, de gran pendiente, fabricados con pizarra del país. Son típicos los chaflanes en los tejados, en la fachada delantera, bajo los cuales se colocan balcones de madera, solanas que sirven para disfrutar del sol, tan apreciado en este lugar, especialmente en los cortos días invernales.
Abundan los ejemplos del apego que los chistabinos sienten por sus tradiciones. A ello se debe, por ejemplo la vitalidad que aquí tiene como lengua cotidiana el Chistabín (nombre que recibe el aragonés hablado en el valle).
Geográficamente el valle ocupa la cuenca del río Cinqueta y está limitado por altas cumbres entre las que destacan las escarpadas paredes calizas de Cotiella, al sur, y la gran mole del macizo de Posets, que con sus 3.375 mts. es la segunda cumbre más alta de los Pirineos tras el Aneto.
En este marco natural, en parte zona protegida dentro del Parque Natural Posets-Maladeta, se distribuyen en las laderas más soleadas los distintos núcleos urbanos que componen el Valle: Plan, San Juan de Plan, Gistaín, Saravillo, Serveto, Sin, Salinas y Badaín.
Los aproximadamente 600 habitantes que tienen entre todos ellos, viven esencialmente de la ganadería . Desde hace unos años, el turismo va tomando importancia, bien como actividad familiar principal, bien como forma de complementar los ingresos tradicionales.
Como anécdota, sin duda recordarán la famosa y original iniciativa que tuvieron los solteros de Plan hace unos años cuando, inspirados por la película “Caravana de Mujeres”, organizaron una fiesta con el fin de atraer a mujeres de toda España. De aquella fiesta surgieron unos cuantos matrimonios que llenaron las calles de los pueblos de este Valle de niños y nuevas esperanzas.
Todos los pueblos del Valle comparten una fisonomía urbana similar. Las casas se distribuyen en empinadas y estrechas calles, adaptándose a la abrupta orografía del terreno, aunque siempre encuentran un espacio relativamente amplio donde ubicar la plaza, lugar de reunión de sus vecinos.
Los bellos parajes con sus praderas, riscos, bosques y neveros, nos sorprenden con coloridos diferentes en cada estación, transmitiendo al visitante una sensación de paz y placidez que no es fácil de encontrar hoy en día. Si busca el descanso y la tranquilidad en sus vacaciones ha elegido el sitio adecuado.
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